Isaac Rojas, Coordinador del Programas de Bosques y Biodiversidad de Amigos de la Tierra Internacional fue uno de los expositores allí, y comenzó realizando una aclaración de conocimiento: “Nos han hecho creer que cuando hablamos de biodiversidad, estamos hablando solamente de los pajaritos y las plantitas”. Precisó que suscribir esa idea es hacer una “división artificial entre la naturaleza y la gente”. La biodiversidad también es “todo ese conocimiento que viene de muchísimo tiempo atrás y que nos permite saber cuándo, cómo y con qué sembrar una semilla”, agregó.

Para el militante ambientalista, hacer esta división beneficia los intereses de grupos que apuntan a obtener grandes ganancias económicas a nivel mundial. La manipulación transgénica de seres vivos comenzó con esa finalidad, “no por curiosadad científica”, señala Rojas, “sino con el fin de apropiarnos de esa información genética”, con fines lucrativos.

Una herramienta aplicada luego a esta iniciativa del mercado son las patentes: “La patente es un mecanismo por el cual se reconocen los derechos de invención. Es un derecho monopólico de producción que se me otorga durante cierta cantidad de tiempo sobre una invención que yo pueda probar que inventé, que atrás tiene ideas y que tiene aplicación industrial”, explicó.

Lo nuevo es que empiezan a darse esos derechos monopólicos sobre formas de vida, sobre genes, sobre funciones de la naturaleza. Por lo cual la biodiversidad “empieza a ser objeto de todas estas leyes y tratados de libre comercio; porque se ve que puede generar plata”. Más específicamente en “el paquete de libre comercio”, están incluídas las leyes de semillas, advierte Rojas. “Son muy engañosas, porque nos imaginamos que se va a proteger el intercambio entre las personas, que se proteja la semilla nativa de los transgénicos, pero no es así. Más bien, a partir de este tipo de leyes la semilla empieza a ser considerada ilegal; ilegal su intercambio, su comercialización o mismo su producción”.

A su vez y como proceso más reciente, señala Rojas, los mercados financieros empiezan a ocuparse de la naturaleza: “Esto empieza darse gracias al cambio climático, bajo la lógica de pecar y rezar para empatar. Si yo peco, pero rezo, empato, entonces puedo seguir haciendo las cosas. Si yo soy una compañía minera que tengo concesiones y una mina inmensa en Papúa Nueva Guinea y estoy destruyendo ese país, pero digo que estoy ayudando con dinero a proteger un area silvestre en Nicaragua, puedo empezar a vender el oro que vendo, como un oro ’verde’, sin importar que las comunidades de Papúa Nueva Guinea no puedan tomar agua, o estén llenas de alergias, o fuera de su territorio”.

Pero además, prosigue con el ejemplo, “puedo generar créditos de carbono con el nuevo bosque que estoy protegiendo, porque digo que ese bosque tiene capacidad de absorver carbono, por lo cual ayudo a disminuir el cambio climático”. “Las causas que provocan ese cambio climático siguen, y ahora más bien son vistas como buenas”, concluye Isaac Rojas durante su alocución.

Escuche la intervención completa en el archivo adjunto.