16 de febrero de 2010 | Testimonios | Derechos humanos | Soberanía Alimentaria
Jaime, productor afectado por el monocultivo cañero
Valle del Cauca, Colombia
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Diez años atrás a Jaime le tocó elegir cómo construiría el resto de su vida. Tras la muerte de su padre, quedó al frente de una finca de nueve décimos de hectárea en “El Hormiguero” con frutales, gallinas y un huerto “de pancoger”, es decir verduras, habichuelas, entre otros cultivos.
La caña ya había avanzado en la zona, pero aún subsistían campesinos que sostenían a sus familias y se resistían a irse a la ciudad de Cali –o a algunos de los municipios vecinos- “a aguantar hambre”. Y eso lo decidió. Pero desde entonces, ese vecino invasor que es el cultivo cañero en su región, acelerado por su utilización como carburante, lo ha literalmente cercado.
El glifosato que emplea el ingenio en la caña ha esterilizado sus plátanos, papayas, mangos, empobreciendo sus tierras. Pero él resiste. Incluso con el “tren cañero” –un camión con al menos cinco vagones de 40 toneladas cada uno en caña- que a su paso frente a su casa le ha significado serias averías a la estructura de la construcción. Pero las amenazas del modelo han sido moneda corriente.
