«Nosotros tenemos la posesión ancestral. Nosotros vivimos tradicionalmente ahí. Yo, de mi abuelo, conozco que han vivido los padres ahí», relata Manuel, referente de la comunidad de Animaná, una de las bases territoriales del Encuentro Calchaquí, organización miembro del Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI).

«En El Durazno, tuvimos un intento de desalojo hace unos días atrás (...), nos desalojan de los terrenos que estamos sembrando tradicionalmente», amplía Manuel y explica que la dificultad que atraviesan se debe a la cantidad de parajes que componen el territorio, donde los empresarios buscan instalar sus viñedos y desarrollar la actividad hotelera.

La semana pasada, la comunidad de El Divisadero pudo resistir el intento de desalojo que otro empresario, también acompañado por policías, trató de cometer sin ninguna orden judicial que lo avale.

Unas 25 familias que componen Animaná realizan diversas actividades productivas: crían cabritos y ovejas, siembran frutales (durazno, nogales) y pasturas (alfalfa), y cultivos tradicionales de altura como la papa. «Hay lugares donde en la casa viven dos o tres familias, porque está la madre, el padre y lo hijos ya se casaron, y viven ahí en el mismo lugar. Acá hay diversidad de cosas».

Solo con la posesión tradicional de las tierras y sin un título comunitario que respalde su permanencia en el lugar, y a pesar de recibir la solidaridad del las comunidades vecinas, a los pobladores de Animaná se les dificulta la tarea de sembrar teniendo que resistir a la vez la ocupación sobre distintos lotes que realizan los empresarios. «Me parece que si bien no nos reconocen porque tenemos que tener un título, el solo hecho de tener la posesión también es un título», piensa Manuel.

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